domingo, 21 de febrero de 2021

Trabajo integrador febrero 2021

 Trabajo integradorpara los alumnos: Brest, Gaitán, Gerchen, Hug Laureano, Ledesma, Lozano, Machado, Molina, Pidoux, Pineda, Rabellino, Richard, Romero

Espacio curricular: Lengua y Literatura

Curso: primer año

Profesora: Rita Walter

Alumno/a:………………………………………………………………..

Fecha de entrega de las consignas de trabajo por parte de la profesora: 22-2-201

Entrega de la producción por parte del alumno/a: 1-3-2021

Devolución y defensa virtual o presencial  del trabajo: 4-3-2021

 ESTE TRABAJO LO ENVIÁS A MI CORREO ELECTRÓNICO

walterrita109@gmail.com

1- Leé el texto “Amigos por el viento” de Liliana Bodoc  que te presento.

Amigos por el viento - Liliana Bodoc.

A veces, la vida se comporta como un viento: desordena y arrasa.

Algo susurra, pero no se le entiende. A su paso todo peligra; hasta

lo que tiene raíces. Los edificios, por ejemplo. O las costumbres

cotidianas.

Cuando la vida se comporta de ese modo, se nos ensucian los ojos

con los que vemos. Es decir, los verdaderos ojos. A nuestro lado,

pasan papeles escritos con una letra que creemos reconocer. El

cielo se mueve más rápido que las horas. Y lo peor es que nadie

sabe si, alguna vez, regresará la calma.

Así ocurrió el día que su papá se fue de casa. La vida se nos

transformó en viento casi sin dar aviso. Yo recuerdo la puerta

que se cerró detrás de su sombra y sus valijas. También puedo

recordar la ropa reseca sacudiéndose al sol mientras mamá

cerraba las ventanas para que, adentro y adentro, algo quedara

en su sitio.

—Le dije a Ricardo que viniera con su hijo. ¿Qué te parece?

—Me parece bien —mentí.

Mamá dejó de pulir la bandeja, y me miró:

—No me lo estás diciendo muy convencida…

—Yo no tengo que estar convencida.

—¿Y eso qué significa? —preguntó la mujer que más preguntas me hizo en mi vida. Me vi obligada a levantar los ojos del libro:

—Significa que es tu cumpleaños, y no el mío —respondí.

La gata salió de su canasto, y fue a enredarse entre las piernas de mamá.

Que mamá tuviera novio era casi insoportable. Pero que ese novio tuviera un hijo era una verdadera amenaza. Otra vez, un peligro rondaba mi vida. Otra vez había viento en el horizonte.

—Se van a entender bien —dijo mamá—. Juanjo tiene tu edad.

La gata, único ser que entendía mi desolación, saltó sobre mis rodillas. Gracias, gatita buena.

Habían pasado varios años desde aquel viento que se llevó a papá. En casa ya estaban reparados los daños.

Los huecos de la biblioteca fueron ocupados con nuevos libros. Y hacía mucho que yo no encontraba gotas de llanto escondidas en los jarrones, disimuladas como estalactitas en el congelador, disfrazadas de pedacitos de cristal. «Se me acaba de romper una copa», inventaba mamá, que, con tal de ocultarme su tristeza, era capaz de esas y otras asombrosas hechicerías.

Ya no había huellas de viento ni de llantos. Y justo cuando empezábamos a reírnos con ganas y a pasear juntas en bicicleta, apareció un tal Ricardo y todo volvía a peligrar.

Mamá sacó las cocadas del horno. Antes del viento, ella las hacía cada domingo. Después pareció tomarle rencor a la receta, porque se molestaba con la sola mención del asunto. Ahora, el tal Ricardo y su Juanjo habían conseguido que volviera a hacerlas. Algo que yo no pude conseguir.

—Me voy a arreglar un poco —dijo mamá mirándose las manos. —Lo único que falta es que lleguen y me encuentren hecha un desastre.

—¿Qué te vas a poner? —le pregunté en un supremo esfuerzo de amor.

—El vestido azul.

Mamá salió de la cocina, la gata regresó a su canasto. Y yo me quedé sola para imaginar lo que me

esperaba. Seguramente, ese horrible Juanjo iba a devorar las cocadas. Y los pedacitos de  merengue quedarían pegados en los costados de su boca. También era seguro que iba a dejar sucio el jabón cuando  se lavara las manos. Iba a hablar de su perro con tal de desmerecer a mi gata.

Pude verlo por mi casa transitando con los cordones de las zapatillas desatados, tratando de anticipar la  manera de quedarse con mi dormitorio. Pero, aún más que ninguna otra cosa, me aterró la certeza de que  sería uno de esos chicos que, en vez de hablar, hacen ruidos: frenadas de autos, golpes en el estómago, sirenas de bomberos, ametralladoras y explosiones.

—¡Mamá! —grité pegada a la puerta del baño.

—¿Qué pasa? —me respondió desde la ducha.

—¿Cómo se llaman esas palabras que parecen ruidos?

El agua caía apenas tibia, mamá intentaba comprender mi pregunta, la gata dormía y yo esperaba.

—¿Palabras que parecen ruidos? —repitió.

—Sí. —Y aclaré —: Plum, Plaf, Ugg…¡Ring!

—Por favor —dijo mamá—, están llamando.

No tuve más remedio que abrir la puerta.

—¡Hola! —dijeron las rosas que traía Ricardo.

—¡Hola! —dijo Ricardo asomado detrás de las rosas.

Yo miré a su hijo sin piedad. Como lo había imaginado, traía puesta una remera ridícula y un pantalón que  le quedaba corto.

Enseguida, apareció mamá. Estaba tan linda como si no se hubiese arreglado. Así le pasaba a ella. Y el azul  les quedaba muy bien a sus cejas espesas.

—Podrían ir a escuchar música a tu habitación —sugirió la mujer que cumplía años, desesperada por la  falta de aire. Y es que yo me lo había tragado todo para matar por asfixia a los invitados.

Cumplí sin quejarme. El horrible chico me siguió en silencio. Me senté en una cama. Él se sentó en la otra.

Sin dudas, ya estaría decidiendo que el dormitorio pronto sería de su propiedad. Y yo dormiría en el canasto, junto a la gata.

No puse música porque no tenía nada que festejar. Aquel era un día triste para mí. No me pareció justo, y decidí que también él debía sufrir. Entonces, busqué una espina y la puse entre signos de preguntas:

—¿Cuánto hace que se murió tu mamá?

Juanjo abrió grandes los ojos para disimular algo.

—Cuatro años —contestó.

Pero mi rabia no se conformó con eso:

—¿Y cómo fue? —volví a preguntar.

Esta vez, entrecerró los ojos.

Yo esperaba oír cualquier respuesta, menos la que llegó desde su voz cortada.

—Fue… fue como un viento —dijo.

Agaché la cabeza, y dejé salir el aire que tenía guardado. Juanjo estaba hablando del viento, ¿sería el  mismo que pasó por mi vida?

—¿Es un viento que llega de repente y se mete en todos lados? —pregunté.

—Sí, es ese.

—¿Y también susurra…?

—Mi viento susurraba —dijo Juanjo—. Pero no entendí lo que decía.

—Yo tampoco entendí. —Los dos vientos se mezclaron en mi cabeza.

Pasó un silencio.

—Un viento tan fuerte que movió los edificios —dijo él—. Y eso que los edificios tienen

raíces…

Pasó una respiración.

—A mí se me ensuciaron los ojos —dije.

Pasaron dos.

—A mí también.

—¿Tu papá cerró las ventanas? —pregunté.

—Sí.

—Mi mamá también.

—¿Por qué lo habrán hecho? —Juanjo parecía asustado.

—Debe de haber sido para que algo quedara en su sitio.

A veces, la vida se comporta como el viento: desordena y arrasa. Algo susurra, pero no se le entiende. A su paso todo peligra; hasta aquello que tiene raíces. Los edificios, por ejemplo. O las costumbres cotidianas.

—Si querés vamos a comer cocadas —le dije.

Porque Juanjo y yo teníamos un viento en común. Y quizás ya era tiempo de abrir las ventanas.

 

2- ¿Cuál es ese viento que une a los personajes? ¿Por qué? ¿Alguna vez sentiste como la protagonista, vulnerada tu intimidad? ¿Qué te pasó?  ¿Cómo terminó?

3- Caraterizá los elementos de la trama narrativa ( lugar, tiempo, personajes, acciones principales-conflicto y resolución- , narrador)

4- ¿Cuáles son las clases de cuentos que estudiamos este año?¿Qué clase de cuento es este? ¿Por qué? Da ejemplos

4.1- Leé la novela” La lluvia sabe por qué”  y explicá dos semejanzas con este cuento.

5- Transcribí los verbos del párrafo subrayado y clasificalos en tiempo, modo, persona  y número.

6- Separá en sílabas, marcá la sílaba tónica, clasificá según sea aguda grave, esdrújula o monosílabo. Explicá si se tilda o no cada palabra.

respiración- .  estaría -  mí- vio

2 comentarios:

  1. Hola , no sé quién sos, no aparece tu nombre. Ahí agregué la fecha de entrega en el trabajo. Es el primero de marzo de 2021 por correo electrónico

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